La ardilla la vio correr hacia el estanque, hacia su rincón habitual bajo el sauce llorón, donde solía soñar despierta y jugar con él y sus otros amigos... Pero ese día era diferente. Llevaba algo que la ardilla no sabía qué era, lo observó varias veces, y estaba triste. Las ramas del sauce se movieron con la suave brisa, ocultando sus lágrimas y sus sollozos del resto del mundo.